Ellos tienen a La Mejor Madre  

En muchas ocasiones me cruzo con madres desesperadas que sin encontrar un mejor camino, agreden a sus hijos. Con la mirada, con su voz, con sus manos y/o con todo a la vez.

Es increíble cuanta desesperación y descontrol podemos llegar a sentir y manifestar. Una simple y cotidiana situación se puede convertir en una interminable guerra con nuestros hijos.

dibujo de madre gritando en fondo negro

Recuerdo el primer día que maltraté a mi hija mayor. Ella tenía dos años y medio. Regresábamos de un viaje muy largo y estábamos muy cansadas. No recuerdo cuál fue el motivo de su explosión emocional. Entre los gritos y el descontrol físico que exteriorizaba, la tomé en mis brazos, la subí al dormitorio y la puse en su cama. La miraba enfurecida y le decía “no más, ahora no más” marcando claramente la distancia y mostrando una severa hostilidad a sus acciones.

Recuerdo que probaba todas las formas posibles para que el llanto termine. Le explicaba, la rechazaba, le gritaba, le daba la espalda, la dejaba sola. Regresaba, le volvía a explicar, volvía a gritar, la intentaba abrazar pero seguía llorando. Todos mis pensamientos y cuestionamientos iban en función a cómo hacer, para que la pequeña deje de llorar. No solamente por mí, que tenía ya los oídos perforados y los nervios partidos. También por ella, que no podía encontrar la calma. Me quebraba verla así sin embrago no analizaba nada más. No sé cuanto tiempo pasó y por fin dejó de llorar. Entonces listo, misión cumplida y objetivo logrado.

hija triste con muñecas

Si el objetivo que buscaba, como yo creía, hubiera sido ese, “que deje de llorar” todo se hubiera iluminado ¿no crees? De repente todo el ambiente y nuestras almas se hubieran colmado de armonía, alegría y equilibrio. Pero no fue así, al contrario, yo estaba en la profunda oscuridad, peor que antes. Sin escuchar el llanto pero con un vacío en el estomago que me causaba dolor, con una carga muy pesada en los hombros y un trago amargo en la garganta. Fisiológicamente y emocionalmente estaba muy alejada de la armonía.

Y saben ¿por qué? (eso lo he aprendido después de muchos años) porque lo importante no era que ella deje de llorar. Lo imprescindible era que yo me ponga en su lugar y que reflexione en el por qué de su llanto. Qué le hacía falta, qué necesitaba mi hija. Si yo me hubiera detenido un minuto a pensar conscientemente en qué estaba pasándole a ella y a mí en ese momento, la historia hubiera sido otra.

Seguro han pasado por realidades similares. En mi caso este fue un escenario cotidiano por años. Los mismos gritos, las mismas miradas, la misma hostilidad y la misma culpa. Con diferentes matices, algunos años más y otros menos pero en el fondo lo mismo.

madre hija mirada amor

En el transcurso de esos años he buscado auto ayudarme. Desarrollaba infinidad de cursos, asistía a muchas conferencias y talleres. Leía todo lo que podía. Y como tenía los oídos totalmente abiertos podía escuchar también a “las expertas” desde madres con más de un hijo formadas a través de la experiencia hasta madres sin hijos que igual opinaban. Desde estudiantes de psicología hasta renombradas psicólogas que básicamente declaraban: Ignórala, has como que no la ves; Impón el respeto y tu autoridad. Niégale el contacto físico hasta que se calme.

hija triste soltando un globo de corazón
hija triste soltando un globo de corazón
hija triste soltando un globo de corazón

Pero yo sabía que no era eso lo que buscaba. Ni lo que mi pequeño tesoro necesitaba. Mi hija y yo pasábamos mucho tiempo juntas y lo que generábamos entre nosotras, el vínculo maravilloso que formábamos lo perdía por completo cuando reaccionaba así con ella. Reaccionar con tanta hostilidad con el ser que más se ama en el mundo no es lo natural. Eso sí, era muy común porque todas las madres que conocía lo hacían. Y me lo aconsejaban, pero no era lo que yo quería además no funcionaba porque los sucesos pasaban y volvían a pasar.

No ha sido sino después de tres hijos que me he dado cuenta que los niños necesitan una Madre que se conozca y se acepte. Una madre que sea consciente de sus carencias infantiles y que sea responsable de sus acciones con respecto a estas carencias. Una madre que los ame incondicionalmente, que los respete, una madre que empatice con sus sentires y una madre que esté conectada emocionalmente con ellos. Es decir necesitan a La Mejor Madre.

sombra de madre e hija con una flor
sombra de madre e hija con una flor
sombra de madre e hija con una flor
sombra de madre e hija con una flor
sombra de madre e hija con una flor
sombra de madre e hija con una flor
sombra de madre e hija con una flor
sombra de madre e hija con una flor
sombra de madre e hija con una flor

Cuando te conviertas en La Mejor Madre para tus hijos el amor, la felicidad y la armonía afloraran naturalmente. Si nosotras nos convertimos en La Mejor Madre para nuestros hijos, seremos testigos de una transformación a nivel personal y en la convivencia familiar.

Ese es el camino que voy recorriendo. Voy a convertirme en La Mejor Madre para mis hijos buscando la conexión emocional con ellos, reconociendo lo que es realmente mío y diferenciándolo de aquello que me han impuesto a través de los patrones de conducta en mi infancia y adolescencia.

Para terminar, les cuento que mi pequeño tesoro ahora lleva 19 maravillosos años y es una mujer radiante, a la cual le pido perdón,  por no haberla amado como ella lo requería. Por no haber empatizado, ni conectado como ella lo necesitó, cuando niña o adolescente. Voy a convertirme en La Mejor Madre. La que verdaderamente mis hijos requieren. No quiero andar el camino del perdón una vez más con los más pequeños.

hija sonriendo

Atrévete a conocerte y aceptarte. A partir de ello tendrás el potencial que necesitas para ser La Mejor Madre para tus hijos. Lo requieren ellos, lo requieres tú y lo requiere el mundo con urgencia. 

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